miércoles, 15 de septiembre de 2010

LUDOPATIA: UN TEMA QUE NO ES JUEGO (V)

Personalmente pensaba que estaba haciendo novedad tocando este tema de la ludopatía, pero revisando los archivos de esta casa editora, me tope con un artículo publicado el 30 de mayo de 1978, el cual paso a reproducir:


El vicio del juego y la apuesta, una enfermedad destructiva.



Los juegos de envites y apuestas no son ajenos en nuestra colectividad y hay cada tipo, cada grupo que se pasa de aficionados para convertirse en jugador empedernido con obsesión, compulsión y todo.

Al respecto hay que anotar lo siguiente: los médicos consideran que la necesidad psicológica del juego de apuesta es una enfermedad tan destructiva como puedan serlo el alcoholismo y otros tipos de toxicomanías.

¡Cada cual es libre de hacer con su dinero lo que le venga en gana!; seria un comentario de quienes tienen el vicio. Pero lo que queremos dar aquí en esta nota, no es el remedio, ni tan siquiera una critica a quienes se consideran o están en esta ronda, sino más que nada una alerta a quienes como simple broma o juego intrascendente, se alistan en las filas del jugador.

Lo mismo podría tener 15 años o 75, ser obrero o directivo de empresa, sacerdote o policía; lo cierto es que al jugador compulsivo se le puede considerar un perdedor infectado por un virus maligno. Su actitud puede ser a través de carreras de caballos, en partidos de fútbol o en cualquier otro deporte, o bien jugarse el dinero en billar, en mesas de poker, en tómbolas o con dados.

Los jugadores empedernidos son verdaderas plagas ambulantes que en incontables casos infligen sufrimientos a otras muchas personas que conviven con ellos. La afición por el juego desintegra familias y lleva a sus victimas a la degradación moral, a la bancarrota, a la prisión y muchas veces al suicidio.

Una cosa es diversión quizá hasta en los mismos juegos, pero en forma esporádica, sin consecuencias; pero cuando esta diversión se produce en obsesión, se puede considerar según médicos entendidos, como un elemento de masoquismo. “El jugador busca y obtiene una enigmática emoción, inexplicable a la luz de la lógica, ya que es una mezcla a partes iguales de dolor y placer”.

El jugador empedernido no juega por el placer que le produce, sino juega muchas veces para huir del dolor que le causan ciertos sentimientos reprimidos ante una situación incomoda, quizá una privación de afecto en la infancia o en la adolescencia y por ello incapaz de resolver un conflicto interior amparándose en el juego.

Otra máxima en contra del juego puede ser un adagio bastante cierto: “el que por necesidad juega, por obligación pierde”; para aquellos que buscan que resolver problemas económicos con los juegos y apuestas.

En nuestra colectividad, muchos son los afectados con los juegos y apuestas, un gran sector de ellos son los “kirai nisei” (peruanos de nacimiento pero que en su niñez fueron llevados o enviados al Japón y han retornado nuevamente al Peru)

Por una rara coincidencia se aíslan y se agrupan y sus reuniones en la mayoría de los casos son de juego de cartas, jugándose el dinero que ni ellos mismos lograron acumular.

Nada se diga tampoco de los nisei que siguen este camino y el de las apuestas en el hipódromo.



Aquella nota firmada por esta casa editora hace 32 años nos da la muestra de que algo pasaba en nuestra colectividad en una época en la que había dinero y la situación económica era muy diferente a la actual, pues en tiempos contemporáneos el juego esta manejado por dos factores muy importantes que ayudan a su repliegue como lo son la legalidad y la tecnología, factores importantes para hacer que llegue hasta nosotros de manera mas fácil y amena.

Si ya hace 32 años algún columnista advirtió de estos peligros a los que conlleva este vicio, ¿por qué es que seguimos dando vuelta en lo mismo?

A mis escasas tres décadas de vida pensaba que estaba haciendo noticia dando a conocer y tratando un tema que tanto afecta a los nikkeis y a nuestra comunidad, pero me he dado cuenta que ya desde décadas atrás el tema estaba sobre el tapete. Que inocencia la mía.

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